martes, 12 de junio de 2007

Melancolía

Caminaba a paso lento por la plazoleta de la ciudad. Los niños jugaban felices en los toboganes y los balancines, aún vestían de colegio porque era temprano. Algunos abuelos jugueteaban con las palomas mientras les lanzaban migas de pan. La vieja estatua de la fuente, siempre grisácea, presagiaba un clima bastante frío para esos meses. A él no le importaba mucho. Le gustaban los días nublados porque los sentía más melancólicos. Podía sentirla a cada paso que daba, aunque no estuviese ahí.


Aunque nunca hubiese estado ahí.

jueves, 7 de junio de 2007

Crónica de un Sueño Destrozado


Nada es para siempre.

Ya era demasiado tarde. Su cuerpo yacía inerte en el pavimento. No quería creerlo, pensaba aferrarse a una realidad que simplemente ya no existía. Para ella, él ya no existía. El mundo entero se le vino encima, fue como una especie de abismo. Las flores cayeron al suelo y dejó de creer por unos instantes en aquella cursilería del "para siempre".

Quizo alcanzarla pero le fue casi inútil. Su paso era tranquilo pero ágil. Era bastante probable que luego de aquel encuentro fugaz, nunca jamás volvieran a cruzar miradas. No quería que eso pasara, debía conocerla y pronto. Ella cruzó la calle en forma apresurada, sin notar que en pocos segundos vendría lo peor.

De un momento a otro se miraron, y un calor frío pasó desde su estómago hasta su cabeza.

Ella caminaba distraída por la vereda. Vestía simple, pero elegantemente sus jeans y sus botas verdes. Debía llegar temprano a la clase o sino, corría el riesgo de reprobar por demasiada inasistencia. El no se había fijado en su caminar hasta ese preciso momento. Fue casi mágico, sus movimientos y su andar dejaron tatuada la ilusión en aquel pobre ciudadano. Nunca jamás había sabido lo que era estar enamorado, y menos a primera vista. En ese momento lo comprendió.

La calle estaba tranquila, quizás demasiado. Frecuentemente muchas personas llamaban su atención, por su forma de andar o por su forma de mirar, sin embargo ahora no se había percatado en ninguna persona en especial. Dobló la esquina y dejó pasar un par de buses, ya que anhelaba viajar tranquilo sin la presión de una multitud.

Llegó hasta el quiosco para ver los anuncios del periódico. Generalmente nunca compraba uno. Conocía a Don Luchito desde la infancia, y tenía con él siempre una buena conversación. Le hablaba de lo mal que estaba la situación económica, o que el mayorcito ya estaba estudiando o que la señora no lo había dejado entrar en la casa la última noche porque llegó demasiado bebido a casa. Con Luchito siempre había algún tema de que hablar.

Por suerte la florería estaba abierta. Siempre seguía la misma rutina día tras día. Compraba un ramo de flores y se lo regalaba a la primera persona que le hiciera sentir algo agradable durante el día. No entendía porqué actuaba de esa manera, "comportamiento especial" le habría dicho su psicólogo. No tenía ánimos para darse vueltas en tecnicismos psicológicos en ese instante.

La noche había sido terrible. Habrá dormido con suerte media hora. Pasaba de vez en cuando frente a la ventana mirando la luna por no se qué motivo, quizás melancolía. El cuarto donde vivía era pequeño, pero acogedor. No le quedaba otra opción para su sueldo de fotógrafo. En los últimos meses no había encontrado nada interesante y ya los ánimos le comenzaban a reclamar.

Despertó y sintió que había vivido 25 años el mismo día. Le asqueaba tener esa sensación.